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martes, 15 de febrero de 2011

DESPUÉS DE TODO, NOS DIERON CALABAZAS


         Queridos amigos y compañeros he querido empezar esta breve reseña con la foto del grupo. Ahí no están todos lo que son, ni son todos los que están. Me explico, el banderín de enganche se abrió para que participasen más compañeros pero por los imponderables de la vida declinaron tal invitación. Mirando la foto veo, como se dice ahora, un grupo de gente “guapa”, incondicionales de la diversión y, sobre todo, compañeros del alma. Por eso digo que los que estábamos allí no formábamos un batallón ni éramos un grupúsculo minoritario. Lo que siempre he dicho, “los justitos”. Lógicamente hubo alguna ausencia clamorosa que todos teníamos en mente pero que ninguno nombró. Nos hubiera satisfecho cantidad el haberle tenido entre nosotros. Puedo decir que a pesar de los pesares nos lo pasamos bien o por lo menos lo intentamos.


      La mañana se presentaba buena. Corría una leve brisa de poniente un poco fresca. Todos pedíamos que la cosa siguiera así pero no fuimos escuchados del todo porque la brisilla nos acompañó hasta por la tarde.
Los primeros en llegar a la cita fueron, como es lógico, los cocineros y sus ayudantes, que rápidamente desenvainaron grandes cuchillos y a partir calabazas. Las rajamos y troceamos con premeditación y alevosía. Marisa mientras ponía orden en la casa. Llegó nuestro ínclito Pepe Domínguez, con su verbo fácil y desbordante que nos hizo más llevadero el troceado de la calabaza.


   Se preparó la sartén con su aceite para calentarlo y así poder echar las calabazas troceadas. En esta tarea se implicaron Loli, Paco y Manolo mientras Conchi y Marisa freían las longanizas y las costillas que después se agregarían a las calabazas. Todo esto tuvo su tiempo de preparación porque esta labor resultaba harto laboriosa, condición inexcusable para que la calabaza supiera a gloria.

      La gente fue llegando poco a poco hasta completar los 26 que estaban apuntados. Hubo una excepción: mi cuñado Paco no tenía seguridad de aparecer y acompañarnos pero tanto insistió Manolo y mi señora que al final vino con su hija Sandra y los trillizos. Esto hizo que su llegada levantara expectación porque trillizos no se ven todos los días.


   En tanto se terminaban de freír las calabazas la gente dio cuenta de unas suculentas tapas preparadas a propósito para matar el gusanillo y no hacer la espera penosa. Comenzaron a desfilar platos, tenedores, vasos, cuchillos y alguna cosa que otra para picar. Miguel trajo un vinillo muy rico que fue visto y no visto. Luego la gente se empleó fuerte con las cervezas con o sin alcohol y paso adelante, pinchazo y otro paso para atrás. Por las
caras que ponían los tapeadores creo que las tapas que comían eran de su agrado. La cosa fue tan abundante que casi se quitaron las ganas de comer calabaza pero no les íbamos a hacer ese feo a nuestros compañeros así que dejamos un hueco para completar con la calabaza.

      Se formaron distintos grupos para comentar incidencias o contar chistes y algunas de las frioleras se metieron en la casa al calorcillo de la estufa.
   Manolo dio por finalizado el rito cuasimístico de freír la calabaza y se emplazó al personal para que tomase asiento y emprender la tarea de repartir los platos con su huevo frito y la calabaza. Al principio hubo un pequeño desbarajuste porque no se sentaban y los platos quedaban en la mesa huérfanos y a merced del fresquito reinante. Poco a poco la cosa se normalizó y dimos cuenta rápida de tan completo plato. Todos ensalzaban la virtud de los cocineros que le habían dado un puntillo rico, rico


    Manolo no paraba de recordar que si alguien quería repetir que fuera a la sartén y repitiera. Yo fui uno de los que no le quitaba el ojo a la sartén para prepararme un nuevo plato. Se hicieron los brindis de rigor deseando que este tipo de reuniones se celebren más a menudo. Después vino el postre y para completar; un buen chute de dulces y una copita de alguna cosita que Marisa mantiene guardada en el Cortijo. Pero después hubo una huida masiva al interior de la casa porque a pesar del vino y la comida las calorías en los cuerpos eran escasas. Dentro vieron como los trillizos daban cuenta de sus biberones y ganas de vivir. Todo un espectáculo.


      Sobre las cinco de la tarde comenzó la diáspora. Primero se fue una pareja luego dos o tres y así hasta quedar un grupo que se resistía a irse porque la tarde se estaba quedando magnífica. Paco Galeote saco su guitarra y se puso a cantar las canciones de siempre, animando a la gente a unirse a él. Me dí cuenta que los presentes no estaban muy interesados en acompañarle. Es posible que no se supiesen las letras o nos les apetecía, según sus pensamientos, hacer el ridículo.

     Antes de que se marcharan Marisa hizo la suma de gastos para adjuntar a la que tenía Paco y Manolo. Éste tomó las medidas oportunas y ya con el total fue presentando la “ddolorosa” a todo hijo de vecino.. La intención primordial, de los organizadores, era la de que todos estuviesen bien, contentos y satisfechos.

Algunas cosas han quedado en el tintero pero no quiero pecar de pesado así que os mando un estrujón fuerte y hasta la próxima. Sois muy buena gente. Un abrazo MANOLO AYU.











 
Foto trillizos: Juan Manuel Rueda. 
 Fotos y texto de Manuel Francisco Ayudarte Manzano .  



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